sábado, mayo 4, 2024

México: potencia económica, pero ¿con mal gobierno?

Serpientes y Escaleras

Salvador García Soto

Dice la canción del gran pintor musical de México, Pepe Guízar, que «como México no hay dos», y eso aplica para muchas cosas en las que este país resulta único en el mundo, tanto en las cosas buenas, como en las no tan buenas y hasta en las cosas malas que nos caracterizan. Por ejemplo, ahora que el presidente López Obrador asegura que «México ya es una potencia social con dimensión social» —cualquier cosa que eso signifique— estaría bueno aclarar que ni en eso, en lo de ser potencia, nos parecemos a otras potencias económicas del mundo, porque tenemos nuestras propias singularidades.

«Por eso están llegando muchas inversiones y el pronóstico es que México va a crecer mucho más que otros países, hay condiciones inmejorables, se está convirtiendo México en una potencia económica con dimensión social y en eso coinciden empresarios y eso lo expresó Larry Fink que dirige un fondo de inversión», dijo López Obrador el viernes pasado en su conferencia mañanera, luego de dos reuniones que sostuvo el jueves en la víspera, con el CEO de Black Rock, el principal fondo de inversiones del mundo, y con empresarios de América Latina que acudieron al encuentro «XVIII Padres e Hijos» que organizó en México el empresario Carlos Slim Helú.

En ambos encuentros el presidente dijo haber recogido la percepción de los financieros y empresarios como Fink, de que México es en este momento de los países del mundo con más ventajas para la inversión foránea, porque se cuenta con un tratado comercial y esto permite que lo que se produce en México se pueda exportar a Estados Unidos y Canadá. «Por eso están llegando muchas inversiones y el pronóstico es que México va a crecer mucho más que otros países», sostuvo el mandatario.

Pero, en complemento y precisión a las afirmaciones del presidente, habría que aclarar que, así como Carlos Salinas nos dijo en su momento que «ya éramos primer mundo», ahora que López Obrador nos quiere vender la ilusión de que seremos «potencia económica con dimensión social», hay varias realidades y ejemplos que, suponiendo que se hiciera realidad el demagógico discurso presidencial, nos harían únicos entre las potencias mundiales.

Y si ya dijimos que como México no hay dos, somos la única potencia mundial con crecimiento económico cero. Ya se van a cumplir cinco años de gobierno y el prometido crecimiento del 4 por ciento promedio anual no se ve por ningún lado. Si los analistas y pronósticos más optimistas tienen razón, el sexenio cerrará con un crecimiento de una décima de punto, el peor en la historia económica reciente del país.

También somos la única potencia mundial que recibe más remesas de sus migrantes en el extranjero (unos 58 mil millones de dólares) que inversión extranjera directa (35 mil millones) esto como consecuencia de dos fenómenos que tienen su origen en este gobierno: primero, el multiplicar por cuatro el número de migrantes indocumentados que se han ido de México a Estados Unidos en lo que va del sexenio, y luego porque los envíos de remesas en dólares desde el vecino país han crecido exponencialmente en esta administración y ya hay sospechas e investigaciones sobre un posible lavado de dinero a través de los envíos monetarios realizados, tanto por empresas privadas de transferencia de dinero como a través del Banco del Bienestar, cuyo manejo de miles de millones de dólares por concepto de remesas estaría siendo investigado desde Estados Unidos.

En materia energética, somos la única potencia del mundo que importa el 86 por ciento del gas que consume y que, además, se lo compra a un solo país. Mientras que, en la gasolina, dependemos en poco más del 50% de la que consumimos de las importaciones desde Estados Unidos, pues de 681,287 barriles diarios de gasolina que se vendieron hasta agosto de 2022, según el reporte de Pemex, 375,830 fueron importados del vecino país; eso sin contar que la capacidad de almacenamiento de gasolinas en el territorio mexicano apenas da para una reserva de 25 días, mientras el promedio de los países de la OCDE son 45 días. Es decir, que si un día el presidente Biden, de acuerdo con la problemática mundial, dijera que ya su país ya no exportará gasolinas a México, nos quedaríamos en 25 días paralizados sin el combustible.

Ah, pero eso no impidió que el 18 de marzo pasado, el gobierno utilizara todo el aparato a su disposición para llenar el Zócalo de la Ciudad de México y trasladar a personas de toda la República a festejar la «soberanía energética de la nación».

Igual somos la única potencia que se da el lujo de tener un nuevo aeropuerto con capacidad para mover 20 millones de pasajeros al año, pero que un año después de iniciar operaciones sólo mueve unas 900 mil personas, recibiendo por ello un subsidio calculado por el Ejército, a cargo de la operación, en dos mil millones de pesos anuales. Y que al mismo tiempo seguimos pagando un avión presidencial que se deteriora porque no se utiliza y nos sigue costando también en su mantenimiento.

Y finalmente, para terminar de confirmar que podemos ser potencia económica, pero seguimos siendo dependientes de las importaciones hasta en lo más básico, somos la única potencia del mundo que en solo 4 años ha duplicado su gasto en importación de granos básicos, de 9 mil a 18 mil millones de dólares. Y eso que, de acuerdo con el Plan Nacional de Desarrollo de este gobierno se esperaba que «en 2021 deberá cumplirse la meta de alcanzar la autosuficiencia en maíz y frijol y tres años más tarde, en arroz, carne de res, cerdo, aves y huevos». Hoy el único resultado que tenemos en el sistema alimentario es el peor saqueo de recursos públicos de la historia en Segalmex, con una estafa de 15 mil millones de pesos que fueron robados al erario federal entre la corrupción de sus funcionarios y maniobras ocultas para mandar alimentos mexicanos a Cuba y Venezuela de las que nunca se informó cabalmente a los mexicanos.

Y entonces la conclusión es más que obvia: no se equivoca López Obrador cuando dice que México tiene una oportunidad histórica para convertirse en una potencia económica, por su ubicación geográfica, su tratado comercial con Estados Unidos y Canadá, y por el choque frontal entre las dos grandes potencias del mundo. Pero lo que no dice el presidente, que parece intentar colgarse un mérito que no es en nada suyo sino del trabajo y esfuerzo de los mexicanos en todos los sectores productivos, es que lo que más ha frenado a México, hoy y siempre, para aprovechar esa oportunidad única y terminar de dar el salto en su economía y crecimiento, son precisamente sus gobiernos malos, ineptos y corruptos, tanto los del pasado como el presente.

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