viernes, mayo 3, 2024

El fantasma del ocaso

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Poco a poco el tiempo se desliza inexorablemente y en su indetenible andar comienza a configurar el conocido síndrome de fin de mandato sexenal encomendado en 2018 a AMLO, se arremolinan las señales aún más claras a medida que el tiempo transcurre y los acontecimientos, son indicios que ya hemos presenciado en pasados sexenios y acaso por su semejanza se antojan recurrentes. Uno de esos asomos se vislumbran en el conflicto entre el gobierno y la clase empresarial, tal como sucedió al termino de los gobiernos de Echeverría y López Portillo; de esa confrontación son varios las síntomas, Iberdrola y la Ley Minera, entre las recientes, lo cual pudiera dar origen a una reedición actualizada de los episodios setenteros del siglo XX. Serían réplicas nada deseables por sus dañinas consecuencias si recordamos cuando porque Echeverría devaluó la moneda y López Portillo sacudió al país con la estatización de la Banca. Nadie en su sano juicio querrá un final parecido, o que al presidente le vaya mal, sin embargo, no se otean en el escenario nacional signos favorables para el optimismo, salvo que se privilegie el nearshoring y funcione como enorme red para atrapar la inversión extranjera, se multipliquen las fuentes de trabajo que auspicie oportunidad para el crecimiento y el desarrollo económico del país. ¡Ya nos saquearon, no nos volverán a saquear! Clamó desde la tribuna López Portillo, “el último presidente de la Revolución”, pero a continuación vino el FOBAPROA y negocios administrados deficientemente desde el poder, y en última instancia así puede calificarse la compra de las plantas generadoras de energía eléctrica a Iberdrola y la venta del avión presidencial, compra y venta que ninguna ganancia reportan al país. “Bienvenido mal si vienes solo”, escribió Cervantes, porque a la actual administración federal aún quedan 16 meses de gestión y si juzgamos a partir de la retórica encendida que alude a una defensa nacional contra una hipotética intervención extranjera los signos de fin de sexenio empeoran. Pero se entiende que la eufórica defensa de la soberanía va orientada a oídos de la clientela política, porque en los hechos de Trump a Biden hemos cedido en las negociaciones, y de allá para acá los disparos son de a verdad, nada que ver con el tiro de nuestras resorteras.

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