Veo con no poco sospechosismo que hay gente muy consternada por haber aparecido en la Mañanera. No se explican por qué, siendo hermanitas de la caridad, son criticados y desmenuzados en su naturaleza oportunista, rabiosita y pueril. Antes al contrario, muchos de los personajes que ahí aparecen, deberían de agradecer las dimensiones de la publicidad que reciben, que, aunque mala, los proyecta al infinito y más allá.
Pienso por ejemplo en la señora Rabadán, que a pesar de mostrar un espíritu iracundo, intolerante, desmecatado, reciben una atención que no merecen. Sobre todo por las formas, pues manifiestan sus odios y rencores contra la cuarta tranformeichon con la delicadeza de Godzilla arrasando Tokio con su lógica de caporal porfiriano cuajada de histerias y neurosis con histriónicos arrebatos.
Pienso también en una diputada priísta, América Rangel que, a juzgar por su entusiasmo de granadero en el 68 parece extraída de ese viejo Bronx tricolor que agitaba desde las alturas de San Lázaro apoyando con furor forense las antisociales propuestas de la bancada tricolor. Esta señora, que suele manifestar en sus tuits una veneración zombi por el capitalismo más salvaje y más patibulario que nunca, ahora sí se la bañó al expresar que los derechos humanos son de los humanos y no de las ratas (Alazraki dixit), refiriéndose a los 43 de Ayotzinapa en un tonito fanático-pinochetista. Alguien dijo que ese tuit no debería haber pasado por la Mañanera, sino por la CNDH. Yo creo que esa expresión que habría aplaudido Mussolini, tendría que haber pasado directamente a los juicios de Núremberg.
Y así podemos enumerar una buena cantidad de expresiones del fascismo pando, tan habitual en el sector opositors para el que lo suyo, lo suyito, es el debate a través de una división panzer. No entienden que, más allá de los adictos al algoritmo derechairo, es muy dudoso que un ciudadano común que no practique el paso del ganso o la admiración por los campos de concentración, realmente se pueda sentir atraído por este discurso clasista, malinchista y gritón.
Incluso me han contado -no me consta pero tampoco lo dudo- que hay familias que asustan a los niños desobedientes ya no con el hombre del costal, o con el subjefe Diego echando espuma por la boca; ahora los intimidan diciéndoles que va a venir la señora Rabadán a regañarlos si no hacen la tarea y son obedientes con sus papás.
¿Qué acaso nadie piensa en los niños?
Jairo Calixto Albarrán