Con la renuncia de Marcelo Ebrard al cargo de Secretario de Relaciones Exteriores del gobierno cuatroteista, por muchas razones introduce valor agregado a la competencia por la candidatura de morena a la presidencia de la república; esa dimisión no debiera sorprendernos porque está en congruencia con una de sus propuestas de Ebrard a su partido, a las cuales por cierto no se le ha dado cabal respuesta y posiblemente serán descartadas. Ya en la ruta crítica de la nominación morenista Ebrard se está jugando el todo o nada, y es estratégicamente necesario porque según se está observando la balanza se está inclinando cada vez más hacia otro lado. La actitud de Ebrard debió estar bajo la lupa de quien decide en Morena a partir del momento en que presentó las referidas propuestas (la renuncia de los precandidatos a sus respectivos cargos, debatir y que en las encuestas participen empresas de reconocido crédito), pero la señora Sheinbaum, como quien sabe cómo están sus alas, ya las bateó porque no le parece necesario renunciar y porque las encuestas que realiza Morena han tenido éxito y rendido buenos frutos, a juzgar por los triunfos electorales obtenidos.
El olfato político de Ebrard, bien agudizado por sus ya larga trayectoria en el ejercicio público, le habrá sugerido actuar cuanto antes, pues el resultado electoral en el estado de México señala a una combinación de sinergias entre la recientemente electa y la Jefa de gobierno de la CDMX, tal es la percepción generalizada, que sin suda percibe a la perfección quien dirá la última palabra. No debe sorprender la renuncia muy cuyo antecedente en línea fue la de Martha Roa a la Subsecretaría de Relaciones para desempeñarse como su coordinadora de campaña. Por otro lado, una pieza de ese ajedrez, Ricardo Monreal, como alfil presto al sacrificio, fue movida por el presidente tocándoles las fibras aspiracionistas y queda fuera de un contexto con buqué separacionista, en esa lógica, por ahora, ya no forma parte del andamiaje de campaña de Ebrard lo cual le altera el diseño originalmente previsto. Solo Ebrard y el presidente conocen el nivel de cordialidad o animosidad que pudiera producirse entre ambos si no se percibe “piso parejo”, pero está visto que en México sigue muy vigente el arraigado axioma: “al presidente no se le rebasa ni por la izquierda”. Por lo pronto, en ese tablero ajedrecista Torre amenaza a la Dama.