Antaño, cuando la hegemonía priista estaba en todo su esplendor, el quinto año de gobierno señalaba prácticamente el inicio del cierre de la administración, entonces comenzaba la hora de los recuentos, de preparar las cuentas y limpiar la casa para cuando llegara el relevo; por esta circunstancia se intensificaban los comunicados de prensa relativos a la obra sexenal y las giras de despedida intensificaban su frecuencia, no faltaban los oficiosos con ánimo obsecuente que proponían erigirle estatuas al Tlatoani o inmortalizarlo en murales signados por renombrados pintores del momento, todo sonaba a marcha de despedida porque ya pronto en el firmamento político reluciría la fulgurante estrella de los próximos seis años, tiempos del “destape”. Al margen de lo anecdótico, estos antecedentes sirven como punto de referencia y métrica de nuestra democracia, cuya evolución ha sido vertiginosa, como lo demuestra el corto interregno en el cual en México hemos tenido en 23 años cuatro presidentes de la república militantes de tres partidos políticos: dos del PAN (Fox y Calderón), uno del PRI (Peña Nieto) y otro de Morena (López Obrador), en el espectro ideológico, al menos formalmente, de Derecha, de Centro y de Izquierda. Ya estamos en el quinto año del gobierno Lopezobradorista y el cuestionamiento es válido, en los hechos ¿cuál ha sido la diferencia entre estos gobiernos de diferente signo ideológico?
Digamos que en el discurso el que difiere es el actual presidente, porque el modelo económico implementado por los cuatro gobiernos en comento ha sido el neoliberal, obviamente, con matices de por medio. Aunque quizás la interrogante es errónea porque debemos formular otra más precisa ¿Cuál de estos gobiernos ha entregado mejores cuentas? No es en este espacio donde encaja una respuesta precisa, acompañada con los datos correspondientes a cada gestión, por ahora nos concretamos a puntualizar que según ha dicho el presidente López Obrador el miércoles próximo entregará el bastón de mando de la Cuarta Transformación, eso significa un relevo en potencia, aunque en realidad poco sabemos sobre en qué consiste ese bastón de mando, porque si de algo podemos estar seguros es que López Obrador no dejará al ahí se va la continuación de su Movimiento. Luego entonces, eso de la entrega del bastón de mando es simbolismo “retórico”, si cabe la expresión; en la Grecia clásica lo llamarían “sofístico”.
Volviendo al tema del balance ¿cuál será el legado del actual gobierno federal? ¿se corresponde el costo valuado en miles de millones de dólares con el beneficio de las megaobras emprendidas por este gobierno? Efectivamente ¿Dos Bocas y el Tren Maya servirán para el despegue económico del sureste de México? “Mientras el Norte trabaja y el Centro piensa, el Sur descansa” es la indecorosa máxima que se utiliza para explicar el atraso socioeconómico de nuestra región, no es cierta por supuesto, aunque debemos reconocer que los estados más pobres de México están en el Sur sureste de la república. Obviamente, la construcción de la refinería y del Tren Maya ha ocupado a miles de personas en la etapa de su construcción, pero su número disminuirá sensiblemente una vez en funcionamiento por razones propias de la especialización del trabajo, pero de inicio representó una fuente adicional de ingresos. Lo medular radica en saber si efectivamente el Tren Maya será rentable y en cuantos años está calculada la recuperación de la inversión, misma interrogante para la refinería de Dos Bocas, pues de otra manera se convertirán en pesada carga para el erario federal, que en vez de obtener dividendos tendría que subsidiar su funcionamiento. Vale alentar la esperanza de que esas obras que han costado miles de millones de dólares en contrapartida arrojen beneficios y sirvan de catapulta para el desarrollo regional y en el caso de la refinería se alcance la soberanía energética. Por supuesto, el universo evaluado es basto, aquí solo referimos un balance muy parcial, pues uno de mayor alcance debe incluir los números de reducción de la pobreza y desigualdad social, los logros en Salud, si los hubiere, y el macabro expediente de la Inseguridad Pública, cuyo sangriento vaho no aporta elementos para el optimismo.