sábado, mayo 4, 2024

Delfina Gómez, exonerada por decreto

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Pasará al registro nacional de lo increíble la defensa a ultranza que en la mañanera de ayer hizo el presidente López Obrador de su Secretaria de Educación, Delfina Gómez. Con ese gesto propina un demoledor golpe a su discurso anticorrupción y lo desfigura ubicándolo en la más recalcitrantes de las incongruencias. ¿Qué significa reducir a “una campaña en su contra” la acusación demostrada y ya penalizada por el INE a causa de haber retenido el 10 por ciento del sueldo de los trabajadores del ayuntamiento de Texcoco cuando ella lo presidió, y remitirlos a propósitos electorales? Porque ese detalle configura la presunta comisión de un delito electoral, de esos contra los cuales luchó esforzadamente López Obrador cuando era oposición, pero que ahora siendo presidente pretende disculpar solo porque la inculpada forma parte de su equipo y es un cuadro electoral de importancia en el estado de México. Sin embargo, nada lo justifica, y, como boomerang le asesta un rudo revés a su tan celebrado discurso contra la corrupción, que en el indetenible curso de los acontecimientos pierde crédito con inusitada rapidez. Más aún, porque el inexorable paso del tiempo avisa de un conteo descendiente, es decir, cumplidos los tres primeros años se culmina una fase e inicia el descenso, mientras, el cumplimiento de las promesas y los ofrecimientos siguen sin aparecer en los hechos, de allí las prisas por inaugurar, de allí la extremosa medida de expropiar para que el Tren Maya avance. Todo ese legajo de asignaturas pendientes es dura carga dura carga hasta para un presidente; y no es poesía ni comedia, es drama.

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