Línea Caliente
Por Edgar Hernández
Esta es una historia de colas.
Ora que viene a cuento la “cola de las tortillas” de Cuitláhuac, bien vale
reflexionar que hay de colas a colas.
Nos hace reflexionar en las cosas buenas, regulares y malas que traen las
colas y evocar aquellas que nos gustan y las que no; las que usamos para
una cosa y no para la que fue creada por Dios, o para regresar en el
tiempo a las viejas plumas fuente confeccionadas con las terminales que
tienen las aves en la rabadilla, igualitas a las que usó Cervantes para
escribir su obra cumbre.
Pero no, no.
No hay que ser tan rebuscados. Pensemos en otras colas como la de
tortillas que evoca Cuitláhuac, en abierta mofa al reclamo ciudadano en
la Plaza Lerdo el pasado fin de semana reunidos para “defender a
delincuentes” (sic).
El meollo de esa cola es que, para la sociedad civil significa una cosa y
para los pervertidos políticamente otra.
Algo así como “lo mismo digo una cosa que otra”.
Porque ha de saber usted que hay colas que apestan, al igual que colas
largas y otras que puedes ver y pisar, o aquellos dichos de que para tener
la lengua larga hay que tener la cola corta.
Habrá, sin embargo quien se quede con la definición científica en torno al
apéndice que desempeña funciones de dirección y propulsión… en algunos
animales como los de la 4T.
Sin embargo, ya entrados en colas, para la cúpula del poder, más que ser
la parte del cuerpo humano del cual se hace uso para expulsar heces por
el ano –aunque otros lo usen además para otras cositas- les sirve para
comparar la lucha social con la cola de las tortillas.
Ayer Cuitláhuac García ¿en qué ocupará su cola? se llevó el rabo con
la torpe explicación sobre el reclamo ciudadano en torno a los presos
políticos y los 2 mil 400 presos en diversas cárceles.
Más que una explicación, porque no se sabe explicar, el mandatario
estatal mezcló la cola de las tortillas con el manifiesto reclamo
ciudadano en favor de la porteña Alicia “N” que lleva 6 años por
mentarle la madre a un policía; otra, Yolly García, con dos años tras
las rejas por revelar, desde el IVAI, las pillerías del gobierno; otro más,
Rogelio Franco, 8 meses en prisión de alta seguridad por rasgarle la
playera a un ministerial y, el colmo, José Manuel del Río Virgen por
ser el autor intelectual de un homicidio en donde el mismo juez
reconoce que no tuvo nada que ver.
Como ellos están más de 80 víctimas de la “Ley Garrote” todos
documentadas, al igual que los más de mil 600 encarcelados por lo
mismo cuyos archivos andan por ahí perdidos en algún juzgado o en el
basurero de la Fiscalía General del estado que encabeza Verónica
Hernández Giadans.
La cola del gobernador no se ve muy limpia cuando se burla del
reclamo ciudadano asegurando que “se ve más gente en la cola de las
tortillas que en el “Movimiento de la Justicia por Veracruz” olvidando
que representa el reclamo de miles de ciudadanos encarcelados por tan
abusiva Ley de Ultrajes que se niega a derogar a pesar del mandato de
la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
“Una comisión patito busca hacer un frente de reciclaje; son personas
cínicas e hipócritas retrato de la corrupción. Se trata de políticos viejos
que intentan reciclarse, porque el pueblo los rechazó de manera
generalizada y contundente en las urnas de la pasada elección”, sostiene el
ocurrente mandatario mientras un hilillo de sangre corre por la comisura
de sus labios ya que bien sabe la forma ilegal en que llegaron al poder a
través de la compra de votos, amenazas y muerte a la oposición y el
“Efecto Peje” que los llevó al poder.
“Faltó en la foto Fidel, Duarte y Yunes”, dijo Cuitláhuac al referirse al
encuentro opositor del sábado pasado acaso pensando que mejor
deberían estar las fotos de López Obrador y sus hijos y hermanos o
Bartlet, Noroña, Bejarano o, a nivel local, el “Carón” Cazarín, el Bola #8,
su medio hermano Eleazar Guerrero, Ladrón de Guevara y toda esa
fauna señalada no precisamente por tener la cola limpia.
Lo más grave, sin embargo, fue su irresponsable advertencia de que 40
jefes de carteles quedarán en libertad una vez que se abrogue la Ley de
Ultrajes.
¿Eso es una amenaza a las familias veracruzanas, amedrentamiento o
crear un estado de pánico social?
Fácil, muy fácil, se le hace a quien ha sido en los últimos tres años uno de
peores gobernadores de la república, advertir que los capos regresarán a
delinquir al solar veracruzano al quedar libres no por su escalada de
negocios salpicados de crímenes y muertes, sino porque le rasgaron la
camiseta a los polis y les dijeron ojetes.
No hay que ser muy duchos para entender que lo que busca Cuitláhuac
no es echar abajo la Ley de Ultrajes a la autoridad, solo maquillarla para
mantenerla vigente desoyendo así el mandato de la CNDH que por cierto
le dio 15 días para echar abajo dicho mandato constitucional el cual hoy
cumple 27 días.
No cabe duda que las colas en estos tiempos de libertad y diversidad se
han vuelto todo un tema.
Son el escenario del debate, la justificación para que en su nombre se
ofenda a la ciudadanía y para que dichas colas se luzcan y usen en las
fiestas privadas en acatamiento al viejo dicho de vicios privados y
virtudes públicas.
¡Que pena!
Tiempo al tiempo.