jueves, mayo 16, 2024

Las tribus activan sus tambores

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Ya por disposición genética, ya por genealogía social, en MORENA comienzan a escucharse, de nuevo, los herrumbrados tambores de guerra, mismos que una vez conseguido el poder político se habían embodegado, en plena euforia del disfrute de la nueva condición alcanzada gracias a la voluntad ciudadana. Fue un escenario de viento en popa para un Movimiento abierto a todas las expresiones sociales y políticas cansadas del establishment fincado en radical injusticia social. El nuevo gobierno utilizó sus primeros tres años a un intenso debate entre el proyecto nuevo de nación y el que se pretende reemplazar, la retórica empleada ensanchó la brecha abusando incluso del vencido, calificado como el sumun de excrecencias patológicas merecedoras de ser extirpadas sin consideración alguna. No se privilegió el viejo adagio en todo movimiento de cambio que consiste en rescatar de lo viejo lo mejor para combinarlo con las nuevas circunstancias. Obviamente, está comprobado que todo movimiento para el cambio va acompañado de la posibilidad o el riesgo inminente de una restauración, porque ni lo viejo desaparece del todo, ni lo nuevo llega y se instala de súbito todo junto. De eso hubo fehacientes señales en la elección legislativa de 2021, cuyo balance dio a la oposición la oportunidad de convertirse en un contrapeso, y a la vez tomar conciencia de la ruta más conveniente: la unificación de sus respectivas fuerzas. La oportunidad para comprobarlo fue la votación legislativa del domingo 10 de abril, un episodio inédito, sin duda, porque el Poder Legislativo se erigió en un auténtico equilibrio entre los poderes de la Unión. Ante esas señales adversas, la reacción al interior de MORENA da preocupantes señales, pues consiste en buscar culpables entre afiliados afines sin mediar autocrítica alguna. Desde Veracruz, Erik Cisneros, Secretario de Gobierno, lanza sus centelleantes dardos acusando a Sergio Gutiérrez, presidente de la Cámara Federal de diputados, de desatender los asuntos relativos a la consulta revocatoria y a la votación de la Ley sobre energía eléctrica, “no es del Movimiento”, sentencia Cisneros para acentuar la “diferencia” entre un morenista “puro” y un político que viene de otras siglas. Gutiérrez “era del PAN”, apunta y dispara Cisneros. Y allá en la meseta central, el académico universitario John Ackerman se va a la yugular de su correligionario, el diputado Sergio Mier, presidente de la Jucopo de la Cámara de diputados, de quien recuerda su pasado priista y su voto para el Fobaproa. De qué sirve ese canibalismo tribal, ¿es purga política, descargo de culpas mutuas, o simplemente gana la genética tribal profundamente enraizada por los muchos años de protestas callejeras? Eso configura todo un bagaje de preocupante contenido con tendencia a la implosión, que López Obrador, el líder máximo, debe atender, tarea en la cual parece estar solo. Muy solo, porque además y principalmente, es el presidente de México, cuya tarea es atender los grandes problemas nacionales, de mucha mayor envergadura que las cuitas de un partido político.

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