Aunque suene cursi, pero el principio moral de la justicia, que también es virtud, usualmente se relaciona en un sentido metafísico con la imagen de la divinidad. Quizá por eso a ciertos espacios se les denomina templos de la justicia.
No puede aplicarse tales sustantivo y adjetivo al Tribunal Superior de Justicia de Veracruz, porque ni por pienso se aproxima a tales cualidades. Los abogados (y los reos) saben sobre la corrupción de los jueces, que en un porcentaje gigantesco de casos fallan atendiendo a intereses económicos, o de manera errónea por franca incapacidad, muchos de estos, herencia de la nefasta administración del político Edel Álvarez Peña.
Para muestra de lo que ha continuado después de Edel, han quedado los casos de Sofía Martínez Huerta y de Isabel Inés Romero Cruz (serviles de la 4T), a cual más incompetente y corrupta. Ahí están los amparos ganados al Poder Judicial por magistrados y jueces, ilegalmente cesados de sus cargos. Y ahí está el caso, este lunes, de la magistrada Concepción Flores Saviaga, una mujer bien preparada, congruente ante las raterías del presupuesto y valiente para denunciar las corruptelas.
Le fue aplicada la retroactividad de la ley para desalojarla de su cargo, y ahora tendrá que acudir a las instancias federales para defenderse.
Ojalá que los responsables, en este caso Isabel Inés, pagaran los millones de pesos en sueldos caídos que el Tribunal tiene que erogar ante malas decisiones como esta, donde usualmente pierde los juicios de amparo.
Porque la magistrada Flores Saviaga le va a ganar.