ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
Si en México la mentira se castigara no habría cárceles suficientes para los mentirosos. Desde toda tribuna la mentira se convierte en una verdadera pandemia en la vida política y social del país. La mentira como tal debiera ser, por lo menos, exhibida púbicamente, sancionada, pero cuando la mentira tiene intenciones malsanas, cuando se miente para desgastar al contrincante, cuando la mentira es herramienta para dañar, la historia se encarga de otorgar la condena.
La campaña de mentiras sobre la realidad del país, acompañada de intenciones malsanas se intensifica con la pandemia. Algunos grupos, ante la falta de argumentos para identificarse con la población, retoman la crítica a las estrategias de salud para tergiversar la realidad.
El colmo de estas especulaciones impunes llega cuando se conoce la noticia de que el presidente de la República se contagió de Covid-19. A partir de ese momento las versiones sobre su salud no sólo se salieron de control sino de toda lógica.
Las reacciones de los diferentes sectores de la población, de los diversos rincones del país y del mundo, fueron sumando y restando en un inventario de simpatías, coincidencias y de diferencias con la manera de gobernar de Andrés Manuel López Obrador.
Hubo quienes querían saber en todo momento sobre su estado de salud, algunos para desearle lo peor, otros para saber que su representante podría seguir adelante con su proyecto de nación. Las expresiones de los diferentes sectores del país fueron muy útiles a los mexicanos, sobre todo en vísperas de elecciones. De esta manera pudo verse el trasfondo de algunos medios que aparentaban fidelidad y en realidad utilizan un doble discurso, otros sectores que ponían como ejemplo el contagio del Presidente para afirmar que todo el país terminaría por contagiarse.
Hubo tantas versiones como para crear una enciclopedia de la mentira. De pronto apareció el Presidente caminando por los pasillos de Palacio Nacional, narrando su experiencia con la enfermedad e informado a la población sobre sus actividades en reclusión. Mostrando ante todos los mexicanos la mentira de quienes inventan con mala intención.
Porque no se trata de mitómanos sino de personajes mal intencionados que aprovechan sus medios para desgastar, para hacer activismo, para echar agua a su molino, para fortalecer la nostalgia a cambio de adelgazar la credibilidad.
Quienes aventuraron enfermedades graves del Presidente con la intención de crear pánico debieron reconocer su error. Simplemente callaron. Sin temor al ridículo o a echar a perder la poca reputación que les queda siguen en sus cargos de desinformación con toda impunidad y desvergüenza.
Porque hubo quienes lo ponían al borde de la muerte. Otros, desde estaciones de radio, aseguraban que ante la ausencia del Presidente debía estar el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y no la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. Es decir, lo daban por muerto sólo por padecer una enfermedad de la que la mayoría de los contagiados sale adelante, a pesar de lo que afirma tendenciosamente la oposición.
La población ha cobrado conciencia de la verdadera postura de quienes tienen una opinión, quienes confunden voces con votos o, lo que es peor, que hay partidos que confunden aplausos con votos en las urnas y colocan a famosos en las candidaturas como si la mala experiencia no los caracterizara.
Los mexicanos han visto a varios sectores de la población sin máscara. Saben cómo juegan, si su juego es limpio, o pertenecen la oscuridad en que se intentó esconder los tratos de los funcionarios públicos del pasado.
La ausencia del presidente de la república no creó huecos de poder, sino expresiones directas y contundentes que muestran intenciones buenas y malas. Donde el dolo o la admiración difundían lo que cada uno siente unas veces con devoción, otras con odio, otras más con intereses poco claros. Pero se juntaron las voces para que los mexicanos pudieran darse cuenta de que detrás de cada grupo, incluso detrás de cada individuo, la verdad debe ser lo más valioso que nuestro pueblo posea. PEGA Y CORRE. – La escasez de gas medicinal, oxígeno, es causada por las compañías productoras, que han preferido restringir el abasto a los distribuidores particulares, con tal de que los clientes se vean obligados a acudir únicamente a sus sucursales, según denuncia de un empresario en la Ciudad de México, quien señaló que aunque muchas tiendas abastecedoras de gas tienen mayor capacidad de satisfacer la demanda que las plantas generadoras, el afán de lucro ha llevado a estas a “cerrar la llave” de la distribución y a aumentar precios, lo cual implica un verdadero homicidio… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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