Los familiares de los 87 mil 781 mexicanos que han sido asesinados durante lo que va del sexenio de Andrés Manuel López Obrador deberían poner atención a lo que dice el Presidente sobre la conducta de los miembros de la delincuencia organizada, quienes del viernes al domingo, “se portaron muy bien”, ya que sólo mataron a 209 personas en lugar de los 90 diarios que acostumbran.
Según él, se portaron peor los “delincuentes de cuello blanco” que quienes les arrebataron las vidas a esas 209 personas.
Claramente para el mandatario, por la frivolidad con que lo dice, los 209 sólo son una cifra, un mero guarismo donde él nada tiene que ver con el dolor, la tristeza y el desamparo en que pudieron quedarse las 209 familias de esas víctimas. La comparación con los de cuello blanco (tráfico de influencias, fraude, lavado de dinero, cohecho, quiebra fraudulenta, malversación de fondos) es ofensiva y revela que el jefe de la nación no tiene los pies sobre la tierra.
El nivel de declive en que se encuentra el régimen de la 4T por los dislates diarios de su líder hizo salir a votar a varios millones, en lo que fue la participación más alta para una elección intermedia en el siglo XXI.
El logro fue significativo: evitar que Andrés Manuel ganara la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, pero no fue suficiente.
La operación electoral del Estado (todavía tiene el Presidente el descaro de negarlo), logró mucha presencia, pero menos de lo que se temía o pudo ser.