domingo, abril 28, 2024

La Historia no se repite, se reedita

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El 28 de noviembre de1993 el presidente Salinas decidió “destapar” a Luis Donaldo Colosio Murrieta como candidato del PRI a la presidencia de la república, aunque quizás es más acertado decir “como su sucesor en el trono”. Pero tal pronunciamiento produjo una inmediata respuesta de inconformidad de Manuel Camacho Solís, quien se desempeñaba como Regente del Distrito Federal y se consideraba merecedor de la oportunidad de sobrevenir en el cargo de su amigo Carlos Salinas de Gortari. Esa inusitada reacción provocó una severa crisis interna en el PRI cuyo impacto transfirió efectos negativos en la campaña de Colosio, pese a que el propio presidente intentó calmar los ánimos con el “no se hagan bolas” que confirmaba su decisión a favor de Colosio. “El berrinche de Camacho”, fue el calificativo que se endilgó a la postura del entonces Regente. La maquinaria priista echó a andar su muy disciplinada estrategia en contra de Manuel Camacho, quien sin duda no carecía de motivos para rebelarse porque durante los días difíciles del periodo poselectoral de 1988 fue un pilar indiscutible sobre el cual Salinas operó las negociaciones para atemperar los ánimos provocados por el presunto fraude electoral; Camacho fue estratega indiscutible en el álgido periodo de transición de gobierno y visiblemente hombre fuerte en el gobierno salinista. Sin embargo, permeaba en el ambiente que en la decisión a favor de Colosio imperaban fuertes motivaciones de “continuidad”, lo cual Camacho no garantizaba. Testigo de calidad de esos acontecimientos fue Marcelo Ebrard, hombre de las confianzas de Camacho Solís.

35 años después de aquella complicada transición gubernamental, matices de por medio, Marcelo Ebrard está experimentando lo que en su tiempo vivió Camacho, porque ha sido un hombre de indiscutible valía en el gobierno de López Obrador, fue protagonista de delicados episodios en las relaciones internacionales pero a la hora de la sucesión está por comprobar lo que casi todo mundo percibía ¿menos él? Imposible en un hombre de su trayectoria, sin embargo, por sus recientes expresiones es notable su decepción al convencerse que él no es el número 1 en la línea sucesoria, que al igual que Camacho no es el Delfín ¿por qué? Porque en México el Gran Tlatoani no busca sino su trascendencia en el poder, si el marco constitucional le impide permanecer en el cargo entonces decide por un alter ego, una pieza que considera maleable a sus designios, aunque finalmente en la historia de esas secuencias casi siempre, salvo Calles, los presidentes se han equivocado. Ahora observamos a Marcelo Ebrard inseguro, o quizás, paradójicamente ya convencido de su realidad, él no es el elegido; de allí sus últimas expresiones insinuando piso disparejo, que solo su bonhomía política impedía diagnosticar con certeza. Es Claudia, fue la consigna desde el inicio de los forcejeos por la candidatura de Morena a la presidencia. Ya es cuarto para las doce, Marcelo, por fin, ha tomado conciencia de la avalancha de “simpatías” a favor de Claudia quien, haya sido como haya sido, de no ocurrir un cataclismo político será la candidata de Morena a la presidencia de México.

¿Adoptará Marcelo similar conducta a la de Camacho? Supuestamente esa opción no aparece en su radar No se irá de Morena porque allí obtiene reintegro y evita convertirse en blanco de una inconveniente persecución política; quizás medio patalee pero enfriados los ánimos aceptará la candidatura al senado y si obtienen mayoría casi en automático la JUCOPO de esa Cámara.  Lo otro, acerca de la espera de Movimiento Ciudadano para candidatear a Ebrard es solo un iluso sueño de verano, porque Marcelo pudiera estar muy dolido pero ¿qué político de su experiencia saldría de Morena para convertirse en candidato de un partido que únicamente ofrece porcentajes de un solo digito? Pero en política las sorpresas son lugar común: a quienes encantaría que Marcelo fuera candidato de MC es a Dante Delgado porque le daría votos, y a López Obrador y a Claudia Sheinbaum porque dispersaría el voto opositor. “piensa mal y acertarás”, dice viejo axioma.   

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