viernes, mayo 3, 2024

Otis: el poderoso enemigo de la voz del Presidente

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Si la oposición ha perdido meses valiosos para conformar una oferta tan atractiva como permanente para un electorado que el dos de junio del 2024 nombrará al relevo de Andrés Manuel López Obrador, MORENA ha entrado en una dinámica de choque interno que fortalece la idea de una tercera opción.
Sólo resta el inefable Movimiento Ciudadano de Dante Delgado, como la fuerza partidista con andamiaje legal para integrarse a la boleta y Samuel García, el joven gobernador de Nuevo León que ha pedido licencia y reacciona con berrinche a la respuesta del Congreso local, no representa nada serio.
Al MC le queda la alternativa de Marcelo Ebrard, el ex canciller que antes de junio pasado brillaba a nivel nacional e internacional como la figura política de un México democrático y necesitado de un liderazgo moderno.
Entre torpezas -no debió participar en el perverso juego de las corcholatas- e indecisiones -ha dejado correr mucho tiempo antes de tirar a MORENA y hacerse de un lugar seguro en el proceso electoral, ahora sí ya en camino de forma legal por parte del INE, Ebrard posee la única condición básica para la lucha política: aún está vivo.
Marcelo huevos tibios, le apodan a Ebrard en Veracruz.
En lo particular, meses atrás eché mano de unas décimas jarochas de Constantino Blanco “Tío Costilla”, para referir a un Marcelo Ebrard frío como manteca recién echada al cazo e incapaz de calentar garnacha política alguna.
El 20 de noviembre arrancan las precampañas electorales a concluir el 20 de enero y en marzo dará inicio la campaña del proceso electoral 2023-2024.
Marcelo Ebrard aún aguarda por la respuesta de MORENA a su cuestionamiento sobre las irregularidades del cuasi olvidado evento de las corcholatas.
Hay un pequeño detalle al respecto: Ebrard también llevó su queja al Tribunal Federal Electoral (TRIFE), donde ordenaron a MORENA responderle, lo cual habrá de ocurrir en algún momento y la respuesta será: No, no hubo irregularidad alguna y perdiste, Marcelo. Punto.
Mi duda, así parezca torpe, estriba en torno a una posible respuesta del TRIFE, más allá de la orden de una respuesta que ya dio a MORENA varias semanas atrás.
¿El TRIFE podría anular el proceso de las corcholatas de MORENA ante la insistencia legal de Ebrard?
Lo ignoro.
Sólo comparto esta inquietud para cerrar mi duda personal sobre la verdadera naturaleza de la actitud de Marcelo Ebrard en torno al proceso electoral que podría significar el final, el cierre de Una carrera política exitosa y brillante.

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Por otra parte, comparto la causa del arribo de Marcelo Ebrard a mi mente.
Lo trajo el conjunto de hechos suscitados en el Congreso de la Unión, específicamente en el Senado, a propósito de los fideicomisos del Poder Judicial de la Federación que el presidente Andrés Manuel López Obrador ordenó desaparecer, ante lo cual diputados y senadores obedecieron ipso facto.
Malú Micher, senadora, mantiene en un impasse su salida de MORENA y ella es gente de Marcelo Ebrard.
Otra senadora, Cecilia Sánchez, ya se cambió de grupo senatorial y abandonó la bancada guinda para integrarse al PRI; sí, por increíble que parezca, la legisladora nativa de Campeche se sumó al desprestigiado partido tricolor.
El senador Alejandro Rojas Díaz Durán, suplente de Ricardo Monreal, se ha mantenido como un fiel opositor a la desaparición de los fideicomisos del Poder Judicial, lo mismo que la senadora Olga Cordero, ex secretaria de Gobernación.
En ambos casos, analistas observan la espada tabasqueña de Damocles pendiendo sobre ambas cabezas por rebelarse contra el omnipotente, omnipresente, omnisciente Andrés Manuel López Obrador, un presidente cuya asimilación de poder no tiene precedente ni en el cardenismo de la posrevolución.
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Ayer publiqué Claroscuros bajo el subtítulo: “Ay octubre, tu luna dejó dos almas sin dicha, un Acapulco trágico y una lucha electoral con olor a buitres”.
Añado otra herencia del singular octubre que hoy concluye: la duda sobre la búsqueda de unidad en MORENA.

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La unidad morenista depende totalmente del poder del presidente López Obrador, de liderazgo, de su dedo, del control que durante cinco años ha ejercido sobre su partido y sobre los poderes ejecutivo y legislativo.
También, el poder presidencial se sustenta en un discurso novedoso y eficaz, verticalmente eficaz, anti democráticamente eficaz, riesgosamente eficaz, irremediablemente eficaz, incluso mortalmente eficaz.
El discurso de AMLO opera desde La mañanera, de lunes a viernes, horas y horas de imposición de una palabra y una visión del mundo que se convierte -así ocurra de forma contradictoria- sobre la agenda y la operatividad del Estado mexicano.
El aparato de gobierno del Estado mexicano, buena parte de los medios de comunicación -su aparato propagandístico- y de la temática a discurrir en la sociedad, no se mueven si no pasan por la mañanera.
Va el cierre de esta profunda realidad: todo lo que el presidente quiere que se mueva, ocurre a partir de la mañanera.

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Peor ha ocurrido, en un octubre políticamente explosivo, que dos cosas se han salido del guión: primero el tema de los fideicomisos; un tema menor si se le quiere ver así, pero en torno al cual en el Senado y la Cámara de Diputados asomaron por primera vez votos desobedientes, algunos de los cuales están ligados al grupo -aún latente- de Marcelo Ebrard; y el segundo es Otis, el huracán que le arrebató la voz al presidente Andrés Manuel López Obrador…
CONTINUARÁ.

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